Lo reconozco. Perdóname, Gran Kahuna, porque he pecado. A mí antes me gustaban las olas grandes. Y no sólo eso, sino que incluso disfrutaba de las orilleras generosas y cerronas, como aquellas de los veranos en Lacanau-Ocean, estampándome una y otra vez contra la arena por intentar surfear aquello con long, mientras algunos shortboarders nos miraban como si fuéramos un poco raros...
Andrea Ceruti: si hay que tirarse, se tira uno... (Fotógrafo desconocido)
Los caminos hasta encontrar la Gran Verdad del Medio Metro y la Iluminación del Glassy Estomacal -olas que llegan al estómago, entendámonos- se transitan por curvas, desvíos y trazos serpenteantes. Y se detienen en bastantes estaciones. Una de ellas, que creo que no olvidaremos los afortunados que pudimos estar allí, fue El Temporal. No hace falta decir más. Cualquiera que surfeara por aquella época sabe que ese calificativo se reserva para el día 11 del 11 del 2001, el día que el Mediterráneo de poco se nos lleva de verdad, y no como esas tormentitas que arramblan con tres cubitos de arena para desespero de actuales ayuntamientos megasostenibles y carreras para ver quien lo tiene más grande. El espigón.
Servidor de Vdes. en una de las pequeñas, a punto de que un sensual labio me besara la cabeza poco cariñosamente... (Foto: Marc Gassó)Como imagino que habrá varios lectores de este blog que no las habrán visto (aunque algunas aparecieron en revistas de surf en unos años en que aún no se le prestaba al Medi -perdón, quiero decir al mercado del Medi- la atención que hoy se le otorga) creo que es un buen momento para recuperarlas. Surf casi vintage. Surf grande -hombre, no es Belharra pero recuerden que hablamos del Masnou, 15 km. al norte de Barcelona, no se me embalen-, surf que no ha vuelto desde entonces y algunos de los que hemos mejorado ligeramente nuestro nivel desde aquel día seguimos esperando que se repita. Sin éxito hasta el momento. La Tormenta Mediterránea Perfecta, como dijeron los meteorólogos de TV3.
Luca, con un par. Quién le ha visto y quién le ve (no hace ni dos semanas me decía "hace al menos un año que no surfeo una ola de verdad")... :0))). ( Fotografo desconocido).La calidad de las imágenes deja mucho que desear. Aún no estaba popularizado el uso de las digitales, ni de las digitales de bolsillo. Pero creo que su valor histórico y documental justifica que reaparezcan aquí.
Surfer y fotógrafos desconocidos, pero seguro que al menos el primero se acuerda bien de la ola.Y, sobre todo, lo justifica el que para poder llegar a disfrutar el mediometrismo hay que haberse hostiado alguna vez en algo parecido a eso. Así ya sabes lo que es y no lo echas necesariamente de menos. Aunque haya sesiones y tiempo para todo.
Aprovecho, años después, para agradecer a Luca Ceruti la quilla que me dejó aquel día; sin aquel cacho de plástico de 10" entre los estabilizadores no creo que hubiera acabado con éxito la sesión. Porque lo que era innegociable es que yo entraba con tablón... Fundamentalista que era uno.
Por la parte que me toca, después de que se me pasara el cabreo por haberme perdido al menos un metro de tamaño por llegar tarde -ya cerca de la una después de husmear infructuosamente por las impracticables playas del sur de Barcelona- surfeé siete olas, de las cuales acabé bien -para mi nivel de entonces- cuatro, dos bastante indignamente y una última -la que aparece más arriba en este post como una aparente entrada a tubo- me dió un viaje con el labio en la cabeza que me tuvo haciendo la lavadora 30 segundos.
Otra vez el que esto les escribe, al final de una y malinterprentando aquello de flexionar las rodillas como "dejando caer el culo". (Foto: Marc Gassó) Lo que también me costará de olvidar es la sensación de opresión en el cuello -como si tuviera allí las partes bajas, mismamente- al acceder cada vez al pico desde el espigón del interior del puerto. Y es que no estamos acostumbrados a estas cosas. Eso sí, ese día, saturación poquita. Las fotos no hacen justicia. No sólo eran grandes, sino que tenían una fuerza impensable en olas de por aquí.
Bien, aunque ya apenas nadie se cree -para nuestra desgracia, a veces- aquello de que en el Mediterráneo no hay olas, sirva este recuerdo documental para que se sepa también que las hay grandes, aunque sea muy de vez en cuando.
Los hermanos Ceruti preguntándose uno al otro que **** hacían allí dentro. (Fotógrafo desconocido).Y bueno, yo acabo con la confesión: sigo metiéndome en Ghetary cuando lo encuentro funcionando grandecito -sin pasarse- en mis viajes a Francia. Pero que conste que es sólo, exclusiva y únicamente para poder gozar más y comprender mejor el mediometrismo a la vuelta... :0).